AMBIENTES ARMÓNICOS PARA EL APRENDIZAJE
AMBIENTES ARMÓNICOS PARA EL APRENDIZAJE CON ARTESOFÍA
El concepto de ambientes de aprendizaje tiene una doble interpretación:
la primera se refiere al espacio físico que se ocupa y que tiene que ver con
las paredes que delimitan el aula, el mobiliario, los materiales educativos,
así como todas las demás condiciones que se requieren para propiciar el
aprendizaje de manera tangible o visible. La segunda, representa algo más
profundo e intangible en el sentido de las relaciones humanas que se producen
de manera activa entre las personas que interactúan en dicho lugar.
La palabra armonía, que significa “unión y combinación de sonidos
simultáneos y diferentes, pero acordes” (Diccionario de la Real Academia
Española). Proviene de la palabra griega “harmonics” que era el nombre que le
daban a la ciencia de los sonidos proporcionados y “harmoniai”, es decir el
plural del término, lo utilizaban para sus escalas musicales (Lowell, 1999). El
concepto de armonía desde su etimología guarda una estrecha relación con la
música y como consecuencia, es muy rico en su significado dado que remonta a la
capacidad que el ser humano tiene de alcanzar la unificación y el equilibrio
consigo mismo, con los demás y con la naturaleza.
Constructores activos de los ambientes armónicos
Aquello de lo cual carece nuestra sociedad es sin duda, el ambiente de
armonía (Delors, 2005, p. 18). La presencia de conflictos y antivalores son
cada vez más notables dado que el hombre de hoy prefiere buscar el poder y la
satisfacción únicamente para sí mismo, sin que le importe pasar por encima del
otro. Ante esta realidad, le compete a la educación una contribución precisa y
sustentable para que los educandos adquieran la cultura de la humanización.
Los alumnos adquieren la conciencia de ser constructores activos de los
ambientes armónicos para el aprendizaje a partir de la formación de hábitos del
pensamiento, “En sus trabajos Kohlberg analizó como, desde la niñez, las personas se van formando en sus hábitos de pensamiento a través de sus experiencias
y procesos de socialización que los van llevando a la comprensión de
conceptos morales” (Montuschi, 2002, p.7).
En la formación de hábitos
del pensamiento se obtienen mayores resultados cuando se propicia la reflexión del propio comportamiento en una
intervención docente dirigida; dado que las acciones que se pretenden en la
educación no se realizan de manera mecánica sino con una intencionalidad para
que lleguen a convertirse en actitudes para la vida.
El hecho de que los alumnos adquieran la capacidad de la autorreflexión,
los hace más conscientes y partícipes activos de su propio proceso de
crecimiento, de tal manera que sus comportamientos poco constructivos los
modifican por actitudes positivas que favorecen el clima armónico para el
aprendizaje.
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